Píramo y Tisbe vivían con sus padres en casa contiguas. La amistad se tornó en amor. Pero sus padres no veían esa relación con buenos ojos. La pareja sólo podía verse a través de una grieta que había en el muro. Píramo y Tisbe quedaron una noche pero la felicidad de Píramo iba a durar muy poco. Cuando vio huellas de león y el pañuelo de Tisbe en el suelo lleno de sangre creyó que su amada había muerto. Sus lamentos eran tremendos pero Tisbe no los oyó porque estaba muy lejos. Él sacó la espada y se la clavó en el pecho. La sangre tiñó de rojo las blancas moras. Tisbe se acerco y busco al joven. Cuando llegó al lugar se sobresaltó y reconoció a su amado. Tisbe cogió la espada de su amado y se la lanzó sobre ella.

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